De 1 Idea al Millón: Cómo Transformar tu Vida Personal y Financiera
9 de octubre 2024
20 de abril | Por Juan Merodio
A lo largo de estos 20 años he creado numerosos proyectos, algunos de ellos han acabado bien, otros no tanto.
Esta es la vida de un emprendedor, no siempre todo lo que emprendes va a salir de la manera que quieres, pero no será por falta de ganas y por falta de trabajo. En todo ello me atrevería a decir que han sido más de 15 los proyectos que he emprendido.
Esta experiencia me ha hecho ver lo que funciona y lo que no funciona. Básicamente todo es un tema de mentalidad del emprendedor cuando comienzas un negocio, me da lo mismo que sea online o no, al final es un negocio, si bien es cierto, que a día de hoy prácticamente todos los negocios son online, porque aunque tengas una tienda física, un restaurante por ejemplo, la parte online es fundamental para hacer crecer tu negocio.
Desde que decides montar un negocio son muchos los problemas o desafíos a los que te enfrentas, desde crear la idea de negocio, conseguir la financiación e implementarla, atender a clientes, hacerlo crecer, sobrevivir, etcétera.
A lo largo de estos años en mis compañías me he enfrentado a muchos de estos problemas, y tengo claro que aún me quedan en los que enfrentarme, por lo tanto es un aprendizaje constante.
Por eso hoy quería compartir esos aprendizajes, o parte de esos aprendizajes.
Una de las primeras lecciones que quiero trasladar es la de aprender a resolver problemas rápidamente, esto tiene un valor incalculable, y aquí hay dos partes, resolver problemas y rápidamente que deben ir unidos, porque cuando somos capaces de resolver problemas pero tardamos mucho, ese problema al final se puede convertir en un problema sin solución.
Si no se resuelve un problema rápido en el negocio, puede tener un coste muy elevado.
Cuando he trabajado con compañías y me cuentan lo que sucede en sus empresas, todavía es muy común que la resolución de problemas demora mucho tiempo, en general porque los directivos de la empresa están muy ocupados y no tienen muchas veces tiempo de poder atajar esto rápidamente.
Siempre he tenido claro que la velocidad es un factor de éxito en los negocios, por eso personalmente es algo imprescindible, es decir, al final es un tema de prioridades, el tiempo es limitado para todos, y debes tener el criterio de saber qué priorizar para conseguir resolver esos problemas lo antes posible.
Tienes que ser capaz no sólo de solucionar los problemas, sino anticiparse a ellos, es decir, de desarrollar esa intuición que te hace ver que en poco va a haber cierto problema, y puedes hacer algo para que no suceda o para hacer que cuando suceda sea mucho más liviano.
Al final, esto se aprende también con la experiencia, no hay un curso que te ayude a identificar problemas, no hay un manual, ojalá lo tuviese, pero final la experiencia te va dando un poco esta visión, está intuición, para saber cómo tienes que actuar.
La segunda lección es hacerlo con tus propios medios, sobre todo al principio, aquí sé que hay diversidad de opiniones, pero os tengo que decir que todas las empresas que he iniciado lo he hecho de una manera propia, es decir, con recursos propios, recursos hablo económicos, materiales, de tiempo, de conocimiento y de esfuerzo.
Puedo decir que a día de hoy ninguno de los negocios que he montado directamente han tenido inversión externa, esto para mí es importante, cuando quieres que tu negocio crezca con inversores, al final en el paso del tiempo te has diluido tanto que cuando la empresa sea grande, e incluso llega a venderse, tu porcentaje es tan pequeño que lo que percibas de esa venta es mínimo.
De esto que te cuento hay muchos casos, no se cuentan tanto, pero hay numerosos casos de fundadores que después de no sé cuántos años, han llegado a vender sus empresas por mucho dinero, pero al final, el dinero que han percibido ellos es muy poco, porque a lo largo de ese tiempo nos han ido diluyendo los nuevos inversores que han ido entrando y poniendo más dinero.
Al final te vas haciendo más pequeño, por lo que para mí, cuando montas un negocio tienes que hacer muchos sacrificios económicos, financieros, y de tiempo.
El primer negocio que monté con 24 años no tenía los recursos económicos para hacerlo, con 24 años no tenía ningún tipo de recurso económico para emprender, yo trabajaba, pero mi trabajo me daba para vivir, pero no para invertir en un negocio. Entonces lo tuve claro, necesitaba unos recursos mínimos para tener éxito, y lo que hice fue ir a mi banco y pedir un préstamo de 15.000 euros en el año 2004, que era mucho dinero para una persona de 24 años, al final todo salió bien y recuperé ese ese dinero.
Lo que os quiero decir, es que en ningún caso me gusta entrar con inversores en esa fase inicial, es lo fácil porque al final no arriesgo mi propio dinero o no me pongo yo en riesgo, pero personalmente creo que tiene un coste muy elevado porque al final tu negocio ya no es tuyo, no te pertenece, y no digo que optar por inversores sea malo, pero siempre dependiendo en qué fase del negocio te encuentres.
Yo diría que lo arranques tú mismo y cuando consigas generar un modelo viable, consigas facturar, consigas crecer, y necesites escalarlo más rápido, ahí es donde hay que buscar financiación externa, esos inversores que te van a ayudar no sólo económicamente sino con contactos y conocimiento.
Y en ese momento sí que tiene un valor enorme, en ese momento si es interesante, pero mi recomendación es que desde el principio lo hagas puramente con recursos propios, obviamente esto te va a limitar a poder meterte en negocios que seas capaz de llevar por ti mismo.
Al final hay negocios que requieren muchísimo dinero e inversión, bueno, en ese caso probablemente es difícil que uno lo haga personalmente, pero para mí, solo arranco negocios que puedo asumir yo el lanzamiento con mis propios recursos.
Todos cometemos errores constantemente y los vamos a seguir cometiendo, por lo que es muy importante hacernos responsables de nuestros errores, eso es fundamental, no engañarnos ni engañar a otros.
A veces engañamos a otros intentando hacer ver que ese error no es nuestro, pero también nos estamos engañando a nosotros mismos, que es mucho más grave.
Echamos la culpa a nuestro equipo, a un tercero, al contexto, pero si somos humildes, nos daremos cuenta que al final lo único que estamos haciendo es engañarnos a nosotros mismos, para de alguna manera, mentalmente echar balones fuera, intentar quitarnos la culpa, y no sentirnos mal, pero creo que tenemos que aprender a lidiar con este sentimiento.
Cuando no se hacen las cosas bien, asumimos el error y no pasa nada, no pasa absolutamente nada, pero hazte responsable de estos errores.
Cuando emprendemos negocios son muchas las decisiones que tomamos, muchísimas, y es lógico que haya errores, pero al final el éxito consiste en una suma de errores controlados, es decir, no pasa nada siempre y cuando obviamente el error no sea tan sumamente grande que comprometa la existencia de tu propio negocio, por lo que si cometes un error sé honesto contigo mismo, asume el error, aprende de ellos.
La perfección no existe, y esta es una verdad como un templo, cuanto antes la asumamos mejor.
Ni tu producto, ni tu servicio va a ser nunca perfecto, la perfección no existe, por lo que es importante que lo asumamos.
En el desarrollo de un negocio muchas veces retrasamos lanzamientos de productos porque no lo vemos todo lo bien que debería estar para salir al mercado, pero fíjate que lo que estás haciendo es meter una variable subjetiva, una variable emocional.
He tenido clientes, que os puedo decir que en sacar una web nueva, bastante compleja eso sí, pero han sido más de dos años de retraso porque nunca la veían perfecta, siempre había que cambiar algo, la foto, el texto…
Al final son dos años perdiendo oportunidades de validar el negocio y perdiendo oportunidades de venta.
Con los años una de las lecciones que he aprendido es poner el producto, el servicio, el negocio rápido en el mercado y mejorar sobre la marcha, porque al final, como decía al principio, la velocidad es un factor de éxito y cuanto antes te lances en el mercado, antes vas a ver el pulso real del cliente.
Muchas veces lo que tú consideras que es perfecto, tu cliente no lo aprecia y para él no tiene ningún valor, y a lo mejor has estado perdiendo o invirtiendo meses de trabajo en ello y dinero para algo que el cliente no percibe, y eso no lo vas a saber hasta que lo pongas en el mercado.
Por lo tanto aquí siempre trabaja bajo la figura del mínimo producto viable, es decir, ese producto mínimo que es lo suficientemente decente para ponerlo a la venta, en el mercado, y ya sobre la marcha vamos obteniendo la retroalimentación de clientes, de usuarios, y vamos mejorándolo.
No pasa absolutamente nada por no lanzarlo de manera perfecta, aquí lo importante es escuchar bien a nuestros clientes para ir dándoles lo que quieren, e ir mejorando, esto además los clientes lo van a agradecer, un cliente sabe que hay algo que no es perfecto, y a lo mejor echa de menos ciertas funcionalidades o ciertas características en tus productos o servicios, y te las va a decir.
Hazles saber que les estás escuchando, e implementa esas sugerencias que tengan sentido para mejorar, porque en ese momento lo que estás consiguiendo es fidelizar a tus clientes que se están dando cuenta de que les estás escuchando, y de que realmente estás preocupado por que tu producto o servicio sea lo que él necesita.
La última lección que te digo es, rodéate del mejor talento. Atrae talento a tu negocio que tenga una conexión, una resonancia con tu negocio, esto es importante, a veces hay un talento muy bueno pero no encaja en tu negocio, por tu pensamiento, tu filosofía, la manera de trabajar, la manera hacer las cosas, no pasa nada, lo que tenemos que encontrar son esas personas adecuadas, y esto es un proceso que nunca acaba, es un proceso que suele llevar tiempo.
Crear un buen equipo a la primera es muy raro, que las personas con las que decides colaborar o contratar sean las perfectas para tu negocio te va a llevar tiempo, y a lo largo de ese tiempo vas a tener momentos amargos, porque tendrás que dejar de colaborar con gente sabiendo que esa persona quizá es talentosa, pero no encaja en tu proyecto, y esto al final yo lo he vivido a lo largo de estos años, esos momentos donde por distintas razones hay personas que no pueden seguir en el proyecto y no pasa nada, porque al final creo que es algo bueno para ambas partes, es algo bueno para el propio negocio porque abre el hueco para otra persona que va a aportar realmente lo que tú necesitas.
Al final esa persona no está encajando en ese negocio, por lo que está ahí como si fuese un parche que tarde o temprano se va a caer por sí mismo, y esa persona tampoco va a estar a gusto.
Por lo tanto cuanto antes encuentre también su camino, donde se sienta más cómodo y donde pueda aportar todo el valor que tiene, mucho mejor para todos.
Estas son los las cinco lecciones que quería compartir contigo y que han sido las que me han hecho crecer mis negocios online en estos en estos años desde que decidí hace 20 años convertirme en emprendedor, espero que tomes buena nota de ello porque te van a ayudar enormemente a que alcances tu objetivo, tu sueño, a hacer crecer ese negocio que tanto ansías.
Juan Merodio
Juan Merodio es experto en Marketing Digital y Divulgador de Negocios Digitales (IA, Web3 y Nuevas Tecnologías). Ha fundado la empresa que lleva su propio nombre, Juan Merodio, y desde donde él y su equipo coordinan y desarrollan consultoría de negocio en Marketing y Transformación Digital para empresas en distintas partes del mundo como España, Latinoamérica, Japón, Canadá y Estados Unidos.
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